lunes, 26 de marzo de 2012

LOS HUÉRFANOS DE LA PÁGINA DE SUCESOS


Las muertes que yo escribo son invisibles, intocables, como esos silencios que pueblan los elevadores. 

A veces son muertes de temporada y se acaban cuando el asesino de moda decide vacacionar. Otras se elevan en los ratings, ya que desfila de por medio alguna jugada con aires de penal y es entonces que el cielo se llena de puños cerrados, gritos y banderas enfadadas. Pero la mayoría de las veces, se van por el caño junto con las esperanzas de justicia y conforme pasan los años, les crecen los expedientes hasta que llegan a ser casos invisibles. 

Debo admitir, no con cierta tristeza, que se pierden por falta de apellidos correctos. Al parecer los santos milagreros operan bajo jurisprudencias de alta denominación y no hay milagrito "que aflojen" si la cuenta bancaria no está "cachetona" primero.

Y dan pena los parientes y su cara de velorio incierto. Pasan por acá a la oficina con la misma pregunta "¿Ya?". Y no. Ese "Ya" está años luz de lograrse. A miles de sobornos de investigarse como se debe. 

Yo de verdad quiero ayudar...pero ¿que pasa si resuelvo por accidente un caso sin ayuda de mi supervisor? Muy mal visto. Sería relevado de mi campo por saltarme los procedimientos burocráticos y en resumen, "hacer ver mal al jefe".

Así que los muertos esperen. El vivo soy yo y necesito mantener el oficio para mi arroz y mis frijoles. Por mientras dejo que el archivero de casos perdido engorde. Dicen que ya viene de nuevo Jesús.  Que el le haga justicia a todos. 



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