lunes, 26 de octubre de 2009

-Como en el Viejo Oeste-


Desde que entré en el mundo laboral el comienzo fue polvoriento, con los revólveres arriba y caminando despacio escuchando el ritmo de las espuelas. Y es que en este oficio de creativo-putativo no hay tregua. Las banderitas blancas están agujeradas por tanto balazo.

No me quejo. Nací para esto. Nací duro. Nací indiferente. Pero como suele decir un refrán Samurai “el que más extraña la paz es aquel que vive en medio de la guerra”. Y es que todos los días son de urgencias, de baile “de la papa caliente” de la culpa. Estamos solos en el error, somos un equipo en la victoria. El resto de las veces somos unos pares de dientes que sonríen para evitar que la “puteada” que llevamos por dentro se salga y nos sincere para ponernos a todos contra todos.

Sé que algún día me marcharé del pueblo cansado de tanto balazo. Me extrañarán una que otra Madame del medio. Felices aplaudirán en público los que nunca me retaron a un duelo en público. Poco serán los que me despidan quitándose el sombrero. Yo me perderé -ni héroe, ni villano- en el horizonte. Me iré silbando hasta perderme de vista hacia ese final donde los forajidos tiramos la toalla y aún ahí con los ojos en la nuca, vigilaré que ninguno me de un tiro en la espalda a modo de despedida…

3 comentarios:

Ameyal dijo...

Asumir el aquí y el ahora, lo que te ha correspondido emprender, no como un yugo sino como el motor que nos permite avanzar... a pesar de que a veces las basuras del combustible le atasquen las válvulas y haya que purgarlo :)

Linda manera de escribir sobre algo que puede resultar tan prosaico.

Felipe J. Zárate M. dijo...

A veces no hay mucha diferencia entre Héroes o Villanos... Si llevas un arma/idea: matas o mueres...

Lalau dijo...

Me encanta tu manera de desahogarte, de esos combates laborales a los que nadie está excento...